martes, 19 de febrero de 2008

Buenos Aires, 11 de febrero de 2008.

Siempre nos anda dando vueltas. Nos, sí, plural; mis amigos y yo, quizá sea tiempo de nomenclaturar esta relación de búsqueda conjunta, pero no es eso lo que me ocupa. Sí, siempre zumbándonos en el límite de los que vemos y lo que escapa a nuestros ojos, siempre allí sin estar; la recurrencia. Ver el número de la página del libro que estás leyendo en el micro bus al tiempo que escuchás que alguien profiere ese mismo número en voz alta, refiriéndose al valor del pasaje. Estar pensando en Ana cuando Spinetta sentencia por la radio "Ana no duerme, espera el día". Correr de un cine a otro en un festival; el primer film se llama "Schopenhauer" y en el segundo cruzás miradas con el único profesor de la universidad que alguna vez te llevó a textos de Schopenhauer. Y así, la lista sigue. Recurrencias. Un amigo (uno de los Nos) sostiene algo así como que el universo se expande tanto, tanto y tanto todo el tiempo que vuelve a encontrarse de alguna manera a sí mismo, y ahí, todo recurre, todo se recubre de recurrencias.

Como hoy, que por alguna razón caí en el 19 de julio, tu espacio de cosas bonitas, tu archivo personal público; tu blog, y por otra razón -o por la misma, quién sabe- me puse a ojear la información del taller literario que hiciste con el tal Zonta, ese poeta costarricense que hace unos meses conocí a través tuyo. Y me dio curiosidad la bibliografía. Y qué. Y descubrí que allí está, reposando, mirándome un texto Esteban Ierardo, aquél hombre que supo ser mi profesor hace apenas unos meses en la Universidad de Buenos Aires. ¿Y entonces? ¿El universo se expande o qué? Locura, viaje, sorpresa, amigos, otro avión -esta vez a Costa Rica-, amigos de otros amigos, (re)encuentro en Buenos Aires, Zonta, Ierardo... Y, como si fuera poco, Ierardo organiza hace unos meses una charla, previa exhibición de un film. Asisto al film, pero a la hora de la charla, tengo una cita con Pedro Aznar en el Teatro Ateneo. Agradecido por un correo enviado días después, Ierardo me escribe "Y te comprendo: a mi también me gusta mucho la música de Lebon y Aznar. Y además te comento algo curioso: lo conozco a Aznar. Se crió a cinco cuadras de donde yo vivía en Liniers. Los dos somos del Oeste. Estudie ingles con su hermana. Y, a veces, durante las clases, lo escuchaba tocar el órgano. El mundo es un pañuelo, como se dice."

Y así seguimos. Viviendo entre delicias que quizás ya nos pasan más desapercibidas que antes, que andábamos a la caza de recurrencias. Deporte poco practicado. Una lástima. Pero aquí te dejo plasmada una, para que así, con solo tu lectura y mi escritura, no muera.

Abrazos, querido amigo.

Ana.


Costa Rica, 18 de febrero de 2008.

Vuelvo a leerlo, el café humenado al lado del monitor y tus palabras dando vueltas en mi cabeza y absolutamente asombrado de las recurrencias en las que me veo día con día, estas que te hicieron inmortalizarlas en un correo, vuelven a nacer con el simple hecho de haberlo enviado.

Aclaro: Veo que tu correo llega, no lo reviso el mismo día por que hay visitas en la casa y tus correos son para disfrutarlos, así que pienso en leerlo cuando todos se vayan. Resulta que me voy con ellos y regreso a casa días después. Ese día que regreso acompañaba a mi novia a una cita en el médico, encuentro en la revista que ojeo un artículo de Zonta donde habla de cumplir los sueños, me queda el texto en la mente, feliz por un lado de tener el contador de sueños cumplidos en positivo y al llegar acá leo tu correo donde mencionas al autor.

Te cuento que cada día de por medio más o menos sueño con Argentina, que estoy allá, que me hablan de allá, que una foto, lo que sea.

¡Es una maravilla recibir correos tuyos!

¡Te quiero mae!
Nos vemos pronto (espero)

Carlos.